La identidad también en los papeles

  • Un joven obtuvo la adopción de su familia con la que se crió desde niño.
  • A los 24 años sintió la necesidad de formalizar su identidad.
  • Ahora en su nuevo DNI consta el apellido de los padres que lo acogieron, esto le permitirá continuar su tratamiento.

La familia Torres Reyna tiene cuatro hijos. Todavía están festejando, que el Juzgado de Familia de 2da Nominación de la ciudad de Córdoba hizo lugar a la demanda que Mariano con sus 24 años presentó para tener la adopción plena de la familia en la que había crecido, y el nombre completo que había acogido mucho antes que sus papeles lo reflejaran. “Yo hace muchos años, a partir de los 16 que en las redes sociales era Mariano Torres Reyna, pero en el DNI, no” cuenta Mariano.

La sentencia destacó que, en otro proceso judicial, los progenitores biológicos del joven habían prestado su consentimiento para que su hijo sea adoptado.

Al principio, Mariano pensaba que no necesitaba el apellido de sus padres, “no necesito cambiar mi nombre ni nada porque yo me siento parte de la familia” decía. Pero que su hermana María Emilia, que trabaja en el Archivo Provincial de la Memoria le enseñó la importancia de la identidad. “Fue como un auhh, lo logré!. Me sentí felíz porque logré lo que mi hermana me había inculcado”, relata Mariano.

Una historia de compromiso

Hace más de 20 años Mariano no era el primer bebé que llegaba a la casa de los Torres Reyna. “Estaba familiarizada desde muy chica que haya más chiquitos, hermanos temporales. Siempre hemos compartido la casa, la familia con otros niños, que han estado menos tiempo, que han seguido su camino. Cuando llegó Mariano fue una alegría tremenda de tenerlo, conocerlo, de poder compartir con él, de poder ayudarlo” cuenta Cyntia, la mayor de sus hermanas.

Liliana la mamá, por aquella época trabajaba en el Pablo Pizzurno, sección estimulación temprana en el antiguo Consejo del Menor. Mariano era un pequeño de un mes que había venido de Cruz del Eje por problemas de salud. Luego de pasar un tiempo internado, Liliana junto a otras tres profesionales lo tenían que alimentar con una prótesis especial, lo cual requería contar con mucha paciencia. Llegó un momento en que el pediatra evaluó que lo mejor para su desarrollo, era un entorno familiar en donde pudiera recuperarse. Liliana no lo dudó, y le preguntó a Víctor, su marido, quien estuvo de acuerdo en cuidar a Mariano.

El año pasado Liliana ya se jubiló, pero Víctor sigue prestando servicios en la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia como responsable del grupo especial de  seguridad en el Complejo Esperanza.

Los Torres Reyna han abierto su casa y familia a niñas y niños por un período de tiempo, para brindarles cariño y contención. Mariano llegó de esta manera. Se convirtieron en su familia sustituta hasta que tuviera su primera operación. Luego, dada la ausencia de sus padres biológicos, se volvieron familia guardadora. Con el tiempo, “hicimos la propuesta de hacernos cargo, de adoptarlo y ahí empezó todo una ida y venida de tribunales”, cuenta Víctor.

Con la adopción y este cambio de nombre, Mariano podrá continuar con su tratamiento médico, y una nueva operación, así como acceder a otros derechos que le corresponden como hijo.

Para Liliana y Víctor no hay separación entre el compromiso laboral y el compromiso personal, cuando de otras personas se trata, especialmente si son niños y niñas. “No hay límite. Mis valores son esos y nada más. Jamás me pongo a pensar en una cosa o en otra, para mi es todo uno”, sostiene el papá de Mariano. “Más allá del sueldo estamos hablando de un ser humano vulnerable, que necesita de mucha, mucha protección, es un doble compromiso”, resalta Liliana.Y agrega: “si tuviera que repetir esto de Mariano, lo repito, se trata de un niño vulnerado de muchos derechos”. Y a los dos se les trasluce la felicidad de haber conseguido la meta, “de haber puesto negro sobre blanco” diría Víctor.